Los apuros del Tenzo

Los apuros del Tenzo

El Tenzo es el encargado de la salud de la sangha. Siempre ha de vigilar las cantidades de comida, y  la calidad.

Cuando hace bien su trabajo, la digestión de la comida no entorpece la práctica de zazen,  y todo está listo a la hora justa.

Debe velar porque la Genmai no quede ni muy fluida ni muy espesa. Es realmente una gran responsabilidad. Y una labor algo intimidante al principio.

La primera vez que Sensei Tai Hei me propuso ser Tenzo, yo era un Bodhisattva. Me alarmé un poco y dándole un montón de excusas le pedí que pensara en otra persona pues yo estaba muy ocupado en mis asuntos personales.

La segunda vez que me lo pidió,  me dijo que ser Tenzo me ayudaría profundamente en mi práctica de la vía, y que iba a tener a un buen ayudante de cocina.

Aunque seguía muy preocupado,  esta vez accedí.

La Sesshin en cuestión sería en Cumanayagua, muy lejos del Dojo y de mi casa en Matanzas. Muchos practicantes,  Bodhisattvas y monjes intentaron ayudarme y me enviaron copias digitales del libro, «Instrucciones al encargado de la cocina de un monasterio zen» o Tenzo Kyokun, del maestro Dogen

A todos les di las gracias y les expliqué que ya lo había leído con anterioridad. Unas cinco veces.

Pero ninguna lectura me iba a preparar para lo que me esperaba.

Cuando nos montamos en la guagua y luego de repartir la merienda, Sensei Tai Hei me llamó entre bamboleos. Con los ojos algo desorbitados y una gran sonrisa, me dijo.

Se nos quedaron los huevos y la mantequilla en el Dojo. 

Esta fue una gran enseñanza como Tenzo. No separarme nunca de los víveres, pues esta responsabilidad es del Tenzo, y de nadie más.

Ahora tendría que actualizar buena parte del menú, que estaba basado en huevos y mantequilla.

Al llegar al lugar y ya con el menú actualizado, comenzamos a organizar los víveres y a adaptarnos a los fogones del sitio. Cuando todo estuvo en su lugar,  respiré hondo y pensé que todo estaba bajo control, pero me equivoqué rotundamente.

A la siguiente mañana, luego del primer zazen, dimos el paseo de la mañana y cuando llegamos al sitio en el que sería la ceremonia de la Genmai, me di cuenta que todo estaba en su sitio,  pero yo no tenía nada para encender el incienso.

Nervioso y desesperado comencé a mirar a mi alrededor,  hasta que mágicamente,  no sé de dónde, apareció una fosforera.

En el almuerzo me ocurrió algo similar, no tenía fuego para encender el incienso.

Una monja española, que había sido Tenzo en Shorinji, me dijo: un Tenzo siempre ha de tener algo con lo que prender fuego, ya sea fósforos, o fosforera, pues es parte de su día a día, tanto en las ceremonias como en la cocina. Mira,  te voy a prestar esta,  o mejor aún, te la regalo,  porque yo tengo otras. Tenla en tu koromo y no te separes de ella pues te va a hacer mucha falta.

En ese momento me entregó una bella fosforera azul de la que no me he vuelto a separar. En la casa,  la tenemos siempre en la cocina,  y en las Sesshin,  la llevo en el Koromo.

Algún tiempo después recordé que en el libro Tenzo Kyokun, se hace una referencia muy breve al fuego siempre encendido. 

En ese instante comprendí que la transmisión por el gesto supera con creces cualquier conocimiento intelectual.

En la Sesshin le comenté esto a Sensei Tai Hei y él me dijo: que tampoco te falte el agua caliente,  ten siempre un poco,  que eso puede salvarte el día.

Y de hecho, lo hizo en más de una ocasión, pero ya esas, aunque acontecieron en la misma sesshin, son otras historias.

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