Buscar a Dios en el corazón
Hace mucho tiempo, cuando era niño, oí con frecuencia que había personas que buscaban a
Dios.
Por lo general oía la frase en boca de personas mayores, casi ancianas, que repetían otras cosas como Salvador, misas o iglesias.
Por esa fecha, las religiones en Cuba no eran muy bien vistas. Y de los religiosos se decía que
eran pobres seres confundidos e ignorantes.
Mi abuela, cuando me veía iracundo o desesperado, me repetía la oración de Santa Teresita de
Jesús que dice:
Nada te turbe, nada te espante, Dios no se muda. Todo se pasa. La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.
Yo reconozco que mascullaba la oración con mucho desgano al principio, pero poco a poco iba
recobrando la calma.
Una vez, a la edad de doce años, una amiga me convenció de entrar a una iglesia católica. Luego de mirar para todas las esquinas de la calle y cerciorarme que nadie me miraba, con una mezcla de miedo y curiosidad, puse un pie dentro de la iglesia.
A la izquierda vi un sarcófago entre penumbras. Dentro de él había un hombre envuelto en gasas con mucha sangre. De la cabeza le salían espinas y mucha más sangre. Aquel
espectáculo me impresionó mucho.
Miré a mi alrededor muy asustado y salí corriendo. Caminé muy rápido hasta mi casa. Allí mi
mamá me preguntó lo que me pasaba y le conté lo que había visto.
Ah, ése es Jesús, el hijo de Dios… Y entonces me explicó todo lo del vía crucis y del camino de sufrimiento por el que había pasado Cristo.
Luego de buscar yo mismo a Dios de todas las maneras inimaginables, alguien me dijo que Dios estaba en mi corazón, que eso era lo que enseñaban en su iglesia.
Esto me pareció algo de lo más absurdo pues el corazón, como bien me habían explicado en la escuela, es un músculo que nada tiene que ver con cosas sobrenaturales o divinas. De esta manera gritaba mi ignorancia a los cuatro vientos.
Luego de algunas prácticas religiosas, esotéricas y de meditaciones trascendentales. Luego de practicar artes marciales, yoga, Vipassana, ya cansados, muy cansados, encontramos la vía del Medio: la práctica de Zazen. Juntos, mi novia y yo, pisamos un Dojo Zen donde nos mostraron la postura justa, la práctica del despertar de Budha, para así realizar la verdadera naturaleza de Dios con el cuerpo y la mente unificados.
Juntos, porque es un camino que es mejor recorrer acompañados de la familia de practicantes y de Sensei.
I Shin Den Shin
De corazón a corazón
Aprendimos entonces que Shin, corazón o alma, es como se le conoce a la mente intuitiva, a la mente corazón, a la mente compasiva más cercana a Dios o a Budha. Esa que se manifiesta durante Zazen sin que nos demos cuenta.
Cada vez que recuerdo esto, sonrío. Pero a veces, en los días en que la práctica se torna intensa y estoy a punto de desistir, de salir de la postura de Zazen, una voz llega suave, leve y me susurra: nada te turbe, nada te espante…
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