En el dibujo tradicional no existe una herramienta para deshacer. Cada trazo cuenta, cada error debe recrearse hasta convertirse en algo nuevo, una flor, una pieza de ropa, un colgante, un tatuaje o una cicatriz.
En una palabra, transformarlo.
En el dibujo tradicional, no es posible retroceder. Lo único posible es evolucionar a partir de eso que insistimos en llamar: el error.
Mi vida es un dibujo, maravilloso.
