No juzgar, ese voto tan difícil

No juzgar, ese voto tan difícil

Dibujo a la tinta de muchacha con sombrero. La chica tiene mirada profunda y un ademán con su mano que invita a No Juzgar
No juzgues…

No juzgar. Los votos y preceptos del bodhisattva

Justo después de recibir la ordenación de Bodhisattva, de haber tomado refugio en el Budha, en el Dharma y en la Sangha y luego de haber recitado los diez preceptos, Sensei Bárbara Kosen, nos dijo: Habéis tomado los preceptos hace un momento, ahora toca no juzgar e incumplirlos.

Esto transcurría cerca de varias botellas de ron Havana Club y algunas cajas de cerveza. Uno de los preceptos es, no incorporar sustancias intoxicantes al organismo.

Mi mente se llenó de duda y una vez más se reflejó en las expresiones de mi cara.

Sensei me miró sonriendo y me dijo: cumplirlos e incumplirlos, hasta que fluyan de forma automática y natural. Así hasta que no haya dualidad.

Fui el primero en apurar un vaso en el Kan Pai, el brindis, el «Salud» de los latinoamericanos. Literalmente significa: Fondo limpio.

Personalmente encuentro mucho más difícil un precepto en específico. Y es el de no juzgar.

Ocurre que la mente juzga a cada instante, todo. Como en un gran almacén, clasifica y etiqueta, luego lo guarda en algún rincón obscuro, por si hace falta más adelante.

Mucho tiempo estuve debatiendome con la duda.

¿Es posible acaso no juzgar? ¿En qué momento la mente intelectual simplemente descansa? 

La respuesta se me vuelve esquiva, inatrapable, y mientras más la busco, más clasifica mi mente.

Ayer vi un tutorial en Youtube que habla sobre un ejercicio fundamental para los pintores y dibujantes.

Consiste en colocar una fotografía al revés y dibujar exactamente eso.

De esta manera, la mente se deshace de sus consideraciones y observa exactamente, formas no clasificadas. Así, los dibujantes educan la mente en observar lo que realmente está mirando y no lo que la mente analítica quiere ver, o cree que ve.

Instantáneamente pensé: Zazen es la práctica del monje.

Esta es la práctica, el ejercicio que nos ayuda a ver la realidad tal cual. Eso que tanto nos repiten nuestros maestros día a día.

No juzgar parece imposible.

Sin embargo, con la mirada posada, con la cabeza empujando el cielo, con la espalda recta y las rodillas empujando la tierra, un instante tras otro, con la atención justa, todo se vuelve claro y posible.

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